La Cerdanya en un fin de semana

por viernes, noviembre 11, 2016

Tengo especial debilidad por este valle, por su paisaje, por su oferta gastronómica y por sus planes. Parece ser que es allí donde los urbanitas catalanes encuentran su refugio y se relajan en su tiempo libre: esquí, senderismo y bici de montaña. Y eso hago yo cuando me escapo (más lo de relajarse que lo de bici de montaña, porque a mis 35 semanas de embarazo tengo mis limitaciones…). He vuelto el pasado fin de semana y aquí dejo constancia, de lo que ví, comí y bebí en dos felices días.

La sensación de salir de viaje en coche en familia un viernes, con Valentina en su sillita durmiendo la siesta (fundamental) y una playlist de esas que a Pablo y a mí nos hacen recordar nuestros veranos en el mar, es inigualable. Debería institucionalizarse para cada viernes del año.

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Nada más llegar, tomar aperitivo en El Paller de Queixans con una croqueta de ceps y foie (o dos o tres para que voy a mentir), sentados en la terraza al sol, es uno de esos placeres que es difícil de describir.

Continuar la carretera hasta Llívia para comer una carne ecológica a la brasa en Cal Cofa es obligatorio.

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Luego tomar una copa en el bar del restaurante del Hotel Ermitatge de Quadres en plena ruta ceretana del camino de Santiago, sintiendo que aún quedan días de Otoño cálidos y disfrutando del silencio, el paisaje, los caballos que por allí pacen y observando cómo las tardes cada vez son más efímeras, es algo que hay que hacer al menos una vez al año (y a poder ser en las estaciones de entretiempo).

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De vuelta a Llívia, una cena en La Formatgeria, es perfecto para empezar la noche. Hay que ir con el estómago vacío y dejarse llevar por una cremosa fondue de queso suizo que sirven con trocitos de pan y verduras, donde te volverás loca untando en esa deliciosa mezcla…de morir. Tu cadera no te lo agradecerá pero tu alma sí.

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Hospedarse en Villa Paulita es un plan obligatorio, estoy convencida que acabará convirtiéndose en un clásico para nosotros. Se trata de un encantador hotel en Puigcerdá, rodeado del arbolado parque Schierbeck, conforma un insuperable remanso de belleza y tranquilidad. Enhorabuena por crear algo tan bello.

Ir al Parque Shierbeck de Puigcerdá y pasear por el precioso lago, o una vuelta por el casco antiguo, es una terapia altamente recomendable.

El plan de La Cerdanya es levantarse (más pronto que tarde), e ir a desayunar un delicioso mel i mató. Un postre típico de la comarca, elaborado con la leche de vaca con el toque de la miel que recolectan en la misma zona. Será lo más cerca del cielo que estarás y además puedes permitirte repetir porque es totalmente artesanal.

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Si vas con niños, debes acercarte a la Hípica Prats i Sansor (Restaurante Germans Bertran) a probar un auténtico trinxat y alquilar un caballo para dar un paseo. Una tarde perfecta en familia.

Volver a Barcelona con la sensación de que los fines de semana son cada vez más cortos. Adiós Cerdanya, adiós.

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