Reyes y Álvaro son grandes aficionados al fútbol y se conocieron en Guimarães, Portugal, viendo un partido de su equipo del alma, el Real Betis.

Acudieron con amigos comunes y allí fue el comienzo de una amistad que terminaría en boda poco tiempo después.

El vestido de Reyes era de Navascués. Realizado en crêpe de seda con falda y mangas de plumetti. Decidieron añadirle unas flores bordadas en la espalda y en las mangas, pero el toque más personal fue el velo en color verde.

Llevaba su anillo de pedida, una esmeralda cuadrada sobre una base de seis diamantes, y la pulsera de pedida de su abuela paterna. Lo complementó también con un tocado de Carmen María Mayz en tono dorado y unos pendientes de diamantes prestados por sus tíos abuelos de Sevilla.

Del maquillaje se encargó Quino Amador y fue peinada por Mabel Rodríguez. Los zapatos fueron realizados a medida en Jorge Larrañaga, fueron un regalo de su amiga Ana y eran de ante beige con el talón y tacón en pitón dorado.

En cuanto al ramo y la decoración floral de la iglesia, confió en Cártamo, Sevilla. Quería algo en tonos verdiblancos que fuera conjuntado con toda la boda y con su personalidad, y a la vez sencillo, y ellas lo captaron a la perfección. Llevaba fresias y bouvardias blancas, rodeadas de eucalipto.

Se casaron en la Parroquia de San Andrés en Sevilla. La ceremonia fue oficiada por un sacerdote amigo, quien acudió desde Madrid, y contaron con el grupo de música Híspalis.

El chaquet del novio era azul de Lista, Sevilla. Llevaba también corbata verde de Lista y chaleco cruzado en tono crudo. Los gemelos, regalo de la familia de la novia, eran de oro blanco y llevaban las iniciales de los dos, realizados en Mirayo Joyeros.

La celebración fue en Villa Luisa, Sevilla. Querían celebrarlo en la ciudad y no en una finca a las afueras, así que fue su primera y única opción. De toda la organización se encargó B de Bodas, ya que al vivir en Madrid y tener bastantes invitados, vieron importante la ayuda de una coordinadora en Sevilla.

En cuanto al catering, confiaron en Alberto Mejías, y fue una buena decisión porque se encargó tanto de la preboda que organizaron el día anterior, como de toda la boda.

Todo el reportaje fotográfico fue realizado por Encarnación Campanario. Y su vídeo fue obra de Instantánea y Tomaprimera.

Lo más destacable es que ambos, tanto fotógrafos como vídeo, pasaron desapercibidos durante la ceremonia religiosa, algo que es fundamental y sin duda absolutamente recomendable.